Nina Sayers vive obsesionada con ser la reina cisne.
Pero la belleza y sensibilidad del cisne blanco no son suficientes. Adoptar la
personalidad del cisne negro, opuesta a ella, provoca que el personaje se acabe
apoderando de ella
Observa su
espalda numerosas veces al día. Imagina cicatrices creyendo que son causadas
por la aparición de plumas de cisne. En los brotes alucinógenos se corta las
uñas ansiosamente. Cuando le hablan delira creyendo que todo va contra ella.
Vive poseída por sus atormentados pensamientos y de manera misteriosa nos
embauca a nosotros su estado permanente de ansiedad, de respiraciones ahogadas
y de miradas desenfocadas hacia todas y ninguna parte ante la sensación de que
algo negativo puede ocurrir. Aceleramos el ritmo de inspiraciones. Expiramos el
aire arrojándolo como una bocanada. Un aire que se pasea por el cuello perfectamente
circular y compacto. Las manos sudan pero están heladas, contraemos el abdomen
como si quisiéramos colocarnos un caparazón para proteger los órganos internos.
Una luz se apaga de repente, una alucinación en el camerino, una caída en el
escenario. Somos cisne blanco; somos delicadeza, ternura, y encanto. Sin
embargo, no es lo suficiente para ser reina cisne, que posee también la personalidad
de su contrario. En la búsqueda de aquello que no tenemos aparece el dolor, y
consigo viene la parte más extrema de nosotros. Un mordisco en el labio. Un
empujón. Tratamos de ser cisne negro, pero no tenemos picardía, sensualidad ni
actitud impulsiva. La obsesión traza un recorrido vertical, de la mente a las
piernas, que empiezan a fallar, creyendo que se transforman en las de un cisne,
y no puedo dejar de imaginar si un día dejara de ser yo y amanecer cisne o
escarabajo. ¡Ay! Si fuera Gregor Samsa. Si de la noche a la mañana
cambiara de ser. Momento álgido de violines, emoción y caída. Se encienden las
luces. ¿Y si mañana amanezco y soy él? Se apagan las luces.
Objetivo totalmente conseguido... incluso me ha venido Kafka a la mente... Me encantáis... :)
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