sábado, 23 de noviembre de 2013

INSTANT / 27 /






Cuando el arte homenajea al arte, sólo podemos quedarnos absortos, despojados del ánimo ante tal grandeza. Cuando se trata de Lola Flores y Federico García Lorca sólo podemos dejar que las emociones hablen

Lola Flores transmitía como nadie. En su voz había emoción y nos atravesaba con sentimientos que se colocaban en el interior sacudiéndonos, sin dejarnos indiferentes. En su réquiem a Federico García Lorca, Lola recita los versos de Rafael de León, con los que nos atrapa, hipnotiza y hechiza. La cantaora es intención, significado y pasión en cada movimiento, en cada mirada y en cada gesto.
La actuación de la cantaora es como una liturgia. Un ritual en el que a través de la misma conseguimos despojarnos del dolor, la ira y la pena por la muerte del poeta. Cada zapateo, cada mirada, cada mano agarrando el mantón bruscamente y cada verso recitado desde las entrañas, nos habla. Las palabras quejías por Flores impactan en el pecho generándose un dolor que se aferra en el interior hasta que en un movimiento eléctrico de bata de cola y de chasquido de los dedos, expulsamos junto con el arte de la faraona, la rabia, el desconsuelo y la incomprensión del por qué nos apartaron tan pronto del poeta granadino. Un quejío que nos retumba en nuestro interior cuando nos recita apenadamente el “que se ha muerto la nata de la canela”.
Lola Flores era fuerza, temperamento y actitud. Una voz honda, que salía de los adentros. También, intencionalidad. Con su mirada y sus gestos llenos de significado, nos  explicaba todo lo que no nos podía explicar su cante. Y al llegar al verso final [“como gemía dentro de su esqueleto, la poesía”] se resquebraja nuestro interior ante un cúmulo de emociones. Es cuando entendemos que Lorca no escribía poesía, sino que era poesía, y que Lola no era artista, sino arte.
 

sábado, 16 de noviembre de 2013

INSTANT / 26 /

Hay una cierta tendencia, y manía, contemporánea a cualificar las cosas numéricamente. Lo que no lleva consigo mismo un número, pierde valor. Pero lo que más sorprende es cuando a las manifestaciones y creaciones culturales y artísticas se les atribuye una cifra numérica, o estrellitas en el caso de los más creativos. Sin embargo, entre los reticentes a esta forma de puntuar existe la pregunta: ¿En qué se basan para puntuar una obra cultural? ¿Qué valor esconde un uno, un tres o un cinco?  Más que argumentos, aparecen interrogantes, reflexiones en forma de preguntas: 
-          El desequilibro de la balanza de valores. ¿Debería valer lo mismo la última novela comercial valorada con el máximo de puntuación, que un clásico que sigue siendo vigente por su calidad literaria?
 
-          Siguiendo con la literatura ¿Qué significa que un libro sea puntuado con tres o cuatro estrellas? ¿A partir de las emociones compartidas? ¿Por el vocabulario extenso que ha utilizado? ¿Por cómo nos ha transmitido? Pero… ¿Y si a otro lector le ha transmitido más que a mí, nos encontramos ante una incongruencia valorativa, ponemos tres estrellitas o cuatro?
 
-          Y más literatura… El no entender eso de “ahora todos somos críticos literarios”. Todo el mundo debería poder aportar su opinión, pero, ¿numerando es la mejor fórmula? Es decir, supuestamente, todos somos aptos para poner esas estrellitas y atribuirle a todas las creaciones su correspondiente número (a gusto del consumidor). Pero, ¿En qué se basa cada lector para puntuar?

Ejemplificamos con la literatura, pero lo mismo sucede en el cine y en el arte, y así podríamos hacer una larga lista de todas aquellas disciplinas que se valoran numéricamente. Aunque, ahí no se encuentra el misterio. La dificultad se concentra en lograr comprender en qué se basan para asignar una suma u otra. Suponemos que detrás de todo este tumulto matemático se encontraran todas esas técnicas habidas y por haber de estrategias comerciales. Valoraciones sintetizadas. La valoración anónima que lleva a lectores a leer o no, contemplar o no o visionar o no, un libro, una obra de arte o una película. Es decir, un criterio que quien se rija por él, probablemente, verá muy acortado y, quizá, mal influenciado su abanico cultural. Pero lo que más preocupa es que si a ese conocimiento, reflexión, emoción de la que es portadora la cultura se le dejara de etiquetar numéricamente, ¿Se dejaría de apreciar? ¿Es necesario emborronar la cultura con técnicas de cualificación numérica? En cualquier caso, la cultura y todas las creaciones que la componen son mucho más complejas, llenas  y ricas en contenido que el resumen de un tres, un uno o un cinco.

 

jueves, 7 de noviembre de 2013

INSTANT / 25 /


Untitled ("Portrait of Ross in L.A.) (1991)

Una sala vacía. En el rincón, amontonados y envueltos en celofán de diferentes colores, reposan 79 kilos de caramelos. El dulce cuerpo de Ross Laycock. Coger. Desenvolver el caramelo. La sensación  de que se deshace poco a poco dentro de la boca dejando el sabor amargo de su marcha. Una acción que se repite. Una montaña de caramelos que mengua. Un cuerpo que se desvanece.
Asistimos a un retrato metafórico donde los caramelos simbolizan el cuerpo de Ross Laycock, pareja de Félix González Torres, que murió a causa de una enfermedad relacionada con el SIDA en 1991. El artista transforma el peso de Ross en algo tan dulce como un montón de caramelos, que van disminuyendo hasta desaparecer a medida que los espectadores entran y los cogen. Es la metáfora de un cuerpo debilitado por una enfermedad que poco a poco va deteriorándolo hasta dejar de existir.
En  una entrevista, el artista comentaba que durante una exposición en una de sus instalaciones había unos niños que al darse cuenta de que podían coger los caramelos libremente, comenzaron a llenarse los bolsillos. Justamente esa reacción es muy similar a la que produce el virus del SIDA. Un virus que golosamente se va apoderando del organismo del afectado, dejándolo débil. No obstante, el artista demuestra el amor que siente por él, representándolo como un amor dulce, un amor que se va, desaparece, pero un sentimiento que siempre permanecerá vivo en forma de arte.
 
Para los que quieran saber más: