Composición propia |
Hay veces en que te sientas a leer un libro y te adentras en una
película, como si te sumergieras en una pantalla cinematográfica. Te dejas
llevar palabra tras palabra disfrutando de cada página cuyas líneas esconden
nuevos fotogramas. Imágenes y escenas llenas de detalles que casi te permiten
ver, oír y oler la historia contada. Esa experiencia la vivimos con Junot Díaz,
en su opera prima, Los Boys. A lo largo de los diez relatos
que forman el libro, los personajes describen sus historias y experiencias en
primera persona. La voz que adopta el autor a la hora de narrar las historias
hace que el lector pase a formar parte de la historia, observe sus espacios,
oiga a los protagonistas, sea consciente del tiempo, como si una pantalla lo
estuviera emitiendo en directo. Una voz en off que cuenta una historia; una
narración que invita a crear imágenes inventadas creando una película personal
y única.
Los diez relatos de Los Boys
están ambientados en barrios marginales, suburbios de la ciudad y guetos de la
República Dominicana, Nueva Jersey, en concreto, lugares donde los diferentes
personajes protagonistas, siempre masculinos, están marcados por la pobreza,
los trapicheos, la droga, afectados por la relaciones sentimentales y que en
ocasiones provienen de familias patriarcales desestructuradas. El conjunto de
los diez relatos nos permite vivir fílmicamente distintas situaciones, aunque
si nos preguntamos por qué este libro nos invita a crear una película
imaginaria y otros no, podemos decir que la clave se encuentra en su
manera de narrar en primera persona y la forma en cómo se describe. En la
manera de explicar las historias, aparece la óptica del periodista, aquellos
detalles minúsculos que son propios de las personas que cuentan historias de la
realidad. Detalles descritos a la perfección que aportan información para
comprender y situarnos en el contexto del relato, un armario sucio, una pared
desconchada… Diez relatos leídos que nos invitan a imaginar diez películas
distintas.