Con El
último primate teníamos la sensación de fin, en Donde rugen
los volcanes de principio y con el próximo Rat Race la
incertidumbre crece. En cualquier caso todo es creación de Najwa Nimri y ella
siempre nos transporta a algún lugar lejos de aquí
Sonidos de colores. Voz
arrastrada. Palabras evocadoras. Escuchar a Najwa Nimri es entrar en una
dimensión suspendida entre la tierra y el cielo. Nos dejamos ir y comenzamos a
levitar. Imaginamos la realidad o la realidad es imaginada. Melodía, letra
y voz crean una atmósfera que ilumina hasta tener en nuestra mirada una
constelación permanente. Flotamos. Somos volátiles. Transportados a un lugar
misterioso. No hay camino establecido, ni meta a la que llegar. Simplemente la
propia inercia nos empuja hacia ningún lado. Nos dejamos llevar y empezamos a
experimentar sensaciones. Algunas nos agitan; otras nos anestesian. Un trance
exento de tiempo y que se rodea de un halo místico. Un efecto hipnótico que
repetimos cada vez que escuchamos un disco “Najwa”. Un sueño artificial que se
convierte en un ritual religioso para escapar del afuera o del adentro. Y
cuando despertamos nos golpea en la mente una frase tan posiblemente
imaginaria, como probablemente real: “el final del mundo fue la semana
pasada”.